El sabor de un plato constituye una experiencia completa para el hombre porque en ella intervienen todas las modalidades sensoriales: gusto, olfato, vista, oído y tacto. A la activación simultánea de los sentidos se une la experiencia personal, el contexto afectivo, el placer. El descubrimiento de los sabores (aceptando primero la comida de la madre, y más adelante otras) desarrolla las capacidades sensoriales y es el camino de la construcción individual hacia lo social y cultural, así, comer se transforma no sólo en un acto de supervivencia sino de construcción del yo individual y cultural.