En 1930 Francesco Illy inventa la cafetera que utiliza el aire comprimido. En 1945 Achille Gaggia inventa la máquina exprés de pistones. Todas ellas para conseguir un método de infusión para que en una sola taza se concentre la mayor calidad de sabor y cuerpo sin que se vuelva por la rapidez amargo o rancio.
Degustar un espresso es una esperiencia donde entran en práctica los cinco sentidos:
La vista en su crema que tendrá un color avellana con matices rojos, sin burbujas de aire o manchas blancas, será ,también, consistente y duradera.
El olfato, al inspirar los aromas,el café puede ser fuerte y rico o sin personalidad y débil, también puede presentar características elegantes, limpias y delicadas. El espresso Illy puede recordar a cítricos, flores y frutas, al caramelo, al chocolate, a la almendra y a la miel.
El sabor, al entrar el líquido se nebuliza con el paladar para que el café se convierta en micro burbujas recubriendo toda la superficie de la lengua, entrando en contacto con las papilas gustativas.
El tacto, los aceites y los azúcares presentes en el café ofrecen una agradable suavidad al paladar, se llama cuerpo. El retrogusto es la sensación fina, rica y persistente en el paladar.
El oído, ¿se puede escuchar el café, percivir y evaluar su sonido? Sí, y no sólo los del ambiente, sino los que se oyen cuando sale de la cafetera, sonidos que quedan en la memoria para recordar ese momento.