La perla entre los dulces sicilianos, muy especial y significativa en la festividad pascualina es una coloradísima tarta llamada Cassata. Cuenco redondo es lo que esta palabra cassata (quast’at) significa en árabe. Cuenco de madera o de cobre en el que se elabora, allá por el año 998 cuando Palermo fue nombrada capital siciliana de los Emiratos Árabes durante el reinado del Emir Yussut. Emplearon delicias árabes de la época: requesón de oveja, azúcar, canela, vainilla, chocolate, pistachos de Bronte, almendras de Noto y licor Maraschino. Los trocitos de frutas confitadas se incorporan en la Edad Media.
La noble dama Eloisa Martorana introduce las pequeñas frutas dulces decorativas (así conservan su nombre). En 1575, durante el sìnodo diocesal de Mazzara del Vallo, se prohíbe la elaboración en conventos y monasterios para evitar que monjas y monjes, depositarios del secreto de la receta (además de sus nobles), no se distrajeran de sus plegarias de Semana Santa. Es ahora cuando se hace pública la receta, lo que permitió que se pudiera cocinar y consumir durante todo el año aunque sigue siendo indispensable en las fiestas pascuales. En la villa romana de Oplontis (Torre Anunziata) aparece un fresco que la representa. De origen latino o árabe esta delicia milenaria marca un carácter hasta el punto de crear el dicho siciliano que reza ‘mezquino quien no coma cassata el dia de Pascua’.